Los primeros “frescos” en el clima nos enfrían el ánimo: las inversiones térmicas inician las hostilidades en la calidad del aire. La temporada de otoño nos hacía reflexionar sobre el camino recorrido en la recta final de cada año; actualmente, es el anuncio para muchos de que vienen días difíciles para actividades al aire libre. Las enfermedades respiratorias cada vez amplían su alcance y duración. No es de extrañarse: ya está comprobada la acción de los contaminantes criterio específicos en ciertas enfermedades en particular y sus complicaciones. El tiempo de reflexión se convirtió en época de preocupación para los más vulnerables.
Se avecina un invierno seco, con condiciones atmosféricas que no permitirán un aire adecuado para caminatas en el exterior. Pero la agenda metropolitana sigue su camino dentro del consumismo: más movimiento en una ciudad vialmente colapsada, actividad industrial de cierre de año, carnes asadas aprovechando los días soleados, reuniones los fines de semana con familiares y amigos. Ya hasta la próxima primavera pensaremos nuevamente en la siembra y forestaciones pendientes en nuestra gris mancha urbana.
Como sociedad, nos hemos abocado más a las medidas de adaptación a la crisis climática y hemos pausado las medidas de mitigación, dejando solo a la autoridad la labor de forestar más áreas verdes con la creación de bosques urbanos. ¿Ya hemos cambiado nuestros hábitos de consumo? ¿Hacemos compras conscientes de nuestro impacto ambiental en el mediano y largo plazo? ¿Colaboramos en el cuidado de los árboles que se están sembrando en estos últimos meses? Tengamos cuidado: el caos en el aire no es una condición fortuitamente estacional, es producto combinado de nuestro contexto actual y nuestra conciencia ambiental.
Jesús de los Reyes Hernández Caballero, perito ambiental