UN GRUPO DE SEIS MIGRANTES ENCONTRARON UNA CHAMBITA EN FAMOSOS TACOS DEL PRIMER CUADRO DE LA CIUDAD DE MONTERREY
Lo que parecía una noche cotidiana de trabajo en Tacos Mauricio I, se convirtió en un antes y después no solo para un grupo de hombres y mujeres haitianos, sino también para la familia que les abrió la puerta de su negocio, casa y corazón.
Ruth Díaz, esposa de Mauricio Juárez, propietario de este negocio, contó a Letras del Poder cómo es que cuatro hombres y dos mujeres que viajaron desde Haití en busca de una vida mejor ahora forman parte de su equipo de trabajo.
“Andaban en la calle, yo pensaba que ocupaban dinero; y no ocupaban dinero, ocupaban trabajar”, cuenta Díaz, “eso fue lo que me motivó (ofrecer ayuda) hacia ellos; por eso mismo les abrí las puertas de la casa, me sentí confiada”.
A lo largo de 13 años, la familia Juárez Díaz ha deleitado los paladares con sus tacos de bistec, trompo y empalmes. Su negocio usualmente presenta largas filas de clientes que siempre habían sido atendidos por Mauricio, Ruth y los tres hijos de ambos.
Ahora, entre ellos se ven a Dorilus Rosemond, Momperousse Nathan y Telus Chedlin, los primeros tres de seis empleados en la historia de este establecimiento.
“Una muchacha cuida a los niños que son de mi hija; otra pica carne, saca tortilla y rebana cebolla; el otro es mesero y por ahí hay otro que nos ayuda a cuidar los carros de los clientes, estoy encantada con ellos”, dice. “Ellos están bien pagados y no han tenido ningún problema por eso”, asegura.
CRISTALIZA DORILUS SU SUEÑO
Minutos antes del horario de apertura de los Tacos Mauricio I, se puede ver entre las ventanas a Dorilus Rosemond, un joven de 26 años que limpia afanosamente los pisos de su nuevo trabajo.
Además de aprender a hacer nuevas cosas, como meserear en este restaurante, este chico espigado ha tenido que aprender a hablar español.
“En Haití, era maestro de pintura, me dedicaba a pintar casas, ahora sirvo las salsas y limpio el piso”.
Durante un mes, cuenta Dorilus, se enfrentaron a un camino nada fácil para este joven pues tan solo para llegar a Monterrey desde su país de origen le tomó un mes de viaje en avión, autobuses y largas, muy largas, caminatas… pero el esfuerzo, valió la pena: se toparon con ese golpe de suerte cuyos apellidos son Juárez Díaz.